31.7.05

 

sodilaridad

si cada uno de nosotros pone su granito de arena podremos dejarle a nuestros hijos un hermoso arenero. colaborá, dale.

25.7.05

 

un día como hoy

pero hace cincuenta y tres años, Emilie Rightens se transformaba en pájaro durante una conferencia de economía.
El hecho ocurrió en el salón "Fundeun tiv" de la Universidad de Strigttister el 25 de julio de 1952, cuando la licenciada en economía Emilie Rightens exponía su estudio titulado "Del Producto Bruto Interno al índice Hictal". Al culminar el inciso "e" de su discurso, se puso de pié y ante la mirada atónita de los casi doscientos concurrentes, entre alumnos, profesores y profesionales de la economía, empezó a mover sus brazos en forma de aletéo. Minutos después se transformaba en pájaro y se daba a la fuga por una de las ventanas superiores de la antigua sala de conferencias de la Universidad. Aparentemente la ventana había sido abierta la noche anterior por uno de los serenos que olvidó cerrarla. Desde entonce no se han tenido novedades acerca del paradero de la señora Rightens.
Su nombre permanecerá imborrable en la memoria de los presentes esa tarde en el salón de conferencias, y en todos los corazones de los posibles hombres pájaros del mundo. Su ejemplo trascenderá las fronteras del tiempo y del espacio.

 

coherencia periodística

23.7.05

 

caminar

Es una fría noche de invierno y el cielo amenaza con llover. Estoy a unas treinta cuadras de mi casa. Tengo hambre y le dí mis últimos pesos a un amigo que los necesitaba más que yo. No traje mi bufanda y mi gorro de lana será lo único que va a abrigarme las cuadras que voy a caminar. Cruzo el parque iluminado por lámparas semiamarillas. Ya son más de las once y se ven pocos autos en la calle. No me da miedo cruzar entre esos árboles que quizás otro día hubiera evitado. Paso por un zanjón donde alguna vez me senté un sábado a la noche. El trecho que sigue es una gran linea recta de más de 20 cuadras.
A mi derecha un zanjón y un gran murallón. En él veo mi sombra repetida tres veces por las distintas luces de la ciudad. Pienso en las sombras y en la cantidad de cosas que ya se han escrito sobre ella. Se podrá escribir algo más? pienso. Detrás de mi sombra creo ver algo que parece la sombra de otro. Mi instinto me lleva a girar la cabeza pero decido no hacerlo. Sigo caminando. Cruzo una nueva calle y empiezo a sentir los pasos detrás mío. Mi caminar es rápido: hace demasiado frío para pasear. Los pasos detrás van al mismo ritmo. Tose, creo que es una mujer. Miro de reojo y veo que está más cerca. Sigo caminando rápido, sin acelerar el paso pero tampoco disminuyéndolo. Ya son varias las cuadras que caminamos juntos. Probablemente no sea nada peligroso, pienso. No voy a dejar que me pase. Si va acelerar el ritmo lo voy a hacer yo también. Me molesta caminar muy cerca detrás de alguien. Cuando llego a tener alguien delante acelero mi paso hasta poder superarla. Me incomoda la poca distancia entre otro caminante desconocido y yo. Si esta persona que tengo detrás llegara a pasarme ya no podría acelerar. Tendría que esperar hasta llegar a alguna esquina, donde un semaforo en rojo me permitiera llegar hasta ella para poder luego adelantarla. La otra opción si me pasa es desacelerar mi paso y dejar que sea el otro el que se aleje. No es una buena idea esta noche: hace demasiado frío y siento que desde hace días estoy a minutos de enfermarme.
Camino y quien viene atrás camina también. Me da la sensación de que los dos encontramos una distancia y un ritmo que nos satisface, una velocidad constante. Ya son muchas las cuadras que caminamos juntos. Cruzo la calle, camino unos metros y me doy cuenta de que los pasos ya no se escuchan detrás mío. Me doy vuelta y compruebo que ya no hay nadie más ahi. No recuerdo muy bien el resto del viaje; sólo un hombre con un perro y unas caras en el kiosco. Las cuadras siguientes fueron caminadas para ser olvidadas.

21.7.05

 

sueño dividido en dos

1° Parte.

Es un día gris. Parece que es de mañana porque el sol a través de las nubes se filtra débil. Puede ser otoño. Definitivamente es uno de esos días que no parece estar entre lunes y domingo.
Mis ojos parecían estar más adelante que mi cuerpo entonces era sólo ojos, sólo una franja de visión. Creo que iba en bicicleta porque me desplazaba veloz. Iba por una especie de barrio antiguo, con casas bajas, de puertas altas y ventanales. Se veía la piedra sucia por el smog y por los años. Parecían construcciones de fines del 1800, pricipios del 1900. Típicas de la zona del Río de la Plata.
Tenía toda la sensación de que eso era Buenos Aires. Había estado ahi antes y ahora volvía. Yo iba por la calle que no tenía pavimento, sino que era una extensión de la vereda. Quizás lo más importante y a la vez curioso del sueño era que no había nadie más que yo. Nadie en la calle, nadie en cada una de las casas que veía al pasar. Yo había vuelto a ese lugar, en ese momento justamente porque sabía que iba a estar sólo allí. Y disfrutaba ver las casas y las calle vacías. En el sueño a pesar de ser el único alli, sentía que las personas que ya no estaban, vivían en las casas vacías. Sus vidas habían sido tan intensas que ahora las casa podían contar sus historias. Por eso yo estaba ahi, para escuchar esas historias. Para entrar en cada casa ajena, en el cómodo sillon del comedor y dejar que el silencio y los aromas recreen escenas del pasado.

2° Parte.
Ahora sí definitivamente voy en bicicleta. Es una bicicleta vieja.
Los grises de las nubes permanencen, pero también aparecen otros colores aunque como los de las fotos viejas o las películas que quedan a la intemperie.
Llego a un lugar conocido. Estuve antes en ese lugar pero ahora me encuentro en un piso más arriba. Yo había estado en ese patío y mirando hacia arriba había visto como el techo circular de una torre se encontraba encima de uno de los costados (donde estaba la entrada del patio). Justamente me encontraba sobre ese techo circular rojo. No había salida posible, solo saltar hacia el patio y eran varios metros. Gire con mi bicicleta para salir de ese camino sin salida por donde había venido: un camino elegido al azar.
Cuando giré el techo circular se repetía alrededor de la torre. Solo se veía abajo un patio; esta vez de baldosas amarillas, pero muy desteñidas y no de pasto y piedras. Era imposible: yo había llegado alli por una calle que no era calle sino vereda. Por un camino con casas viejas a los costados y ahora estaba ahi, con mi bicicleta, en el techo circular de la torre.
Miré la torre y vi una pequeña ventana de vidrio abierta. Me asomé y una escalera de metal en espiral parecía la respuesta que estaba buscando. Tomé la bicicleta (no se como pensaba pasar con ella por la pequeña ventana) cuando vi que alguien, desde el borde del techo rojo se asomaba subiendo una escalera de madera.
Era un hombre vestido con un mameluco blanco, bastante sucio y una gorra blanca y verde (de la gorra no estoy tan seguro). Tendría alrededor de sesenta años. Luego llegó al techo un joven de unos 15 aunque parecía tener más.
Comenzó una larga discusión: yo quería bajar por la escalera con mi bicicleta e irme. El hombre pretendía que yo esperara a su patrón para poder explicarle a él como había llegado hasta el techo de su casa. Traté de hacerle entender que ni yo sabía como había llegado hasta ahi y aunque no tenía nada que ocultar prefería irme y no esperar más. El joven trataba de interceder por mi y el hombre más viejo se negaba y le hacía gestos para que se callara. Me daba la impresión de que el viejo quería que yo le ofreciera algo a cambio de dejarme ir. En varios momentos recuerdo haber llevado mi mano al bolsillo en busca de mi billetera, com en un un acto casi incosciente. Cuando me daba cuenta de esto alejaba mi mano y esa idea de mi cabeza.
Después de un rato de discutir decidí escaparme.
Fueron pocos segundos muy confusos: logré bajar rapidamente por la escalera de madera que estaba apoyada contra el techo. Cargué mi bicicleta al hombro y bajé. Tengo la idea de que la escalera era de hierro y estaba agregada a la pared de la torre, pero en otros momentos la vi de madera. También creo haber visto otra escalera. Tampoco recuerdo muy bien como bajé con la bicicleta al hombro ya que era de las antiguas, bastante pesada y además enseguida llegué al suelo, como si no me hubiera costado nada bajar.
Una vez abajo, corrí instintivamente hacia una especie de ventana corrediza con cortinas, que no permitían ver que había detrás. Se notaba sólo un cuarto bastante oscuro. Mientras entraba tuve la sensación de que alguien me había gritado, señalándome una puerta de chapa blanca que se encontraba a unos metros de la ventana por la que yo entré. No tengo recuerdos de haberla visto cuando estuve en el patio, pero se que estaba ahi.
Dentro de la habitación es todo todavía más confuso. Ya no recuerdo si tengo la bicicleta, y si me desplazo dentro de la casa en bicicleta. Recuerdo buscar la puerta de salida y chocar con varios muebles también muy antiguos. Recuerdo también, tener la sensación de que es imposible escaparse por ese camino; que tendría que haber elegido la puerta de chapa blanca. En medio de la oscuridad empiezo a dar vueltas y me encuentro luchando con las sábanas a la mitad de la noche.

13.7.05

 

volver a empezar es una forma de seguir

calle entre rí­os. buenos aires.
vuelvo de la misma forma a lo que nunca dejé.
ayer me volví­ a dar cuenta de que un año es sólo una vuelta alrededor del sol.
será que eso es la vida? recordar cosas que ya sabemos?
recordar no es ir hacia atras y traer hechos hasta el hoy sino mas bien rescatar y volver a descifrar eso que ya se nos presentó antes en alguna de sus caras...y conocer otra.
son tiempos movidos estos. necesito cajones de madera y un modular grande para poder ordenar. esa manía de ordenar. esa necesidad de encontrarle a cada cosa un lugar.
un amigo me decia hace unos dí­as: el que necesita un orden extremo alrededor suyo, en algún momento va a intentar ordenar a las personas que encuentre a su paso, para que se ajusten a ese equilibrio perfecto que lo debe rodear. tengo que controlar mi tendencia al orden, a la perfección y al equilibrio y mi inclinación a saborear los extremos. dejar de controlar...




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